martes, 15 de diciembre de 2009

Érase una vez...

Érase una vez, una sola vez, una única vez, en la que existió un hada madrina. El resto de veces Cenicienta no tuvo tanta suerte.

martes, 1 de diciembre de 2009

Tabaco III

Aplastó la colilla a conciencia contra el cenicero de cristal, extinguiendo cada destello anaranjado con el filtro arrugado. El cigarro emitió sus últimos suspiros de humo y nicotina y quedó abandonado a su suerte, junto a otros dos desgraciados aspirados por la impaciencia y los segundos amontonados uno detrás de otro, en fila india, saltando por el acantilado del tiempo. Miró el cenicero. Era una tumba abierta, una fosa común donde se entierra el ansia a golpe de mechero y calada. Por fin atravesó la puerta. Sonrió recordando una de las perlas de sabiduría de su abuelo.
"Chico, solo las mujeres interesantes acuden a las citas tres cigarros más tarde que tú"

martes, 20 de octubre de 2009

Máscaras

El coche entró derrapando por la curva, esquivando a duras penas el resto de vehículos. Por detrás de ellos dos coches patrulla avanzaban en zig zag entre el tráfico, intentando dar alcance al sedán oscuro con matrículas falsas que había salido huyendo del atraco a la joyería.

- ¡Acelera! La parte difícil era hacerse con las gemas, ¡Esto tendría que ser lo fácil!

- Cállate.

El piloto era un hombre rubio, en la treintena, que manejaba el volante agarrándolo con dos enormes manos y la mandíbula apretada. Su acompañante era un tipo delgado, muy engominado y con un ridículo bigotito de rata. Llevaba una caja negra abrazada contra el pecho y no hacía más que gritar al conductor

- Si no llegamos a tiempo estar detenidos será el menor de nuestros problemas. ¡Tenemos que entregar las gemas hoy!

- Cállate

Los destellos de las sirenas ya eran visibles en los retrovisores. El conductor resopló cuando por su izquierda se incorporó a la calle principal otro par de oches de policía. -¡Gira! -chilló el hombrecillo

- ¡A la derecha!¡Métete en el Grand Park!

- Pero..

-¡HAZLO!

Con un volantazo los ladrones esquivaron la embestida de una de las patrullas, saltaron un bordillo y continuaron su carrera através del cesped de Grand Park, una enorme extensión arbolada en el corazón de la ciudad. El rugido del motor atravesó los primeros cientos de metros de cesped antes de que los policías tuvieran tiempo de corregir la dirección.

Era una jugada arriesgada. a medida que se avanzaba hacia el interior el bosque se cerraba más, era cuestión de tiempo que al conductor le fallaran los reflejos y se estrellaran. Pronto tres patrullas los alcanzó. El primer coche de policía se colocó justo detrás ellos. El copiloto se revolvía en su asiento, mientras que el conductor seguía resoplando.

- ¿Y ahora qué?

El hombre del bigote de rata no respondió, solo empezó a rebuscar en sus bolsillos con nerviosismo. Sacó un puñado de algo pequeño y redondeado, como canicas. Abrió su puerta un par de centímetros y las fue dejando caer,una por una.

Los oficiales de policía que participaron en lapersecución de los atracadores de la joyería jamás se explicaron que pasó aquella tarde. iban a toda velocidad tras los sospechosos, atravesando Grand Park, cuando de repente todos se fueron estrellando contra árboles que un segundo antes no estaban allí. Un novato llegó a afirmar que árboles enteros surgieron de explosiones desde el suelo. Lo achacaron a la conmoción por la colisión, pero más de uno pensó que esa teoría explicaría como uno de los coches patrulla pudo acabar sobre la copa de uno de los árboles.

- ¡JA! ¡Soy un genio! ¡Por cosas como estas yo soy el cerebro de la banda y tu solo la fuerza bruta!

- Cállate. Aún no hemos salido del parque. Y hay algo que no me gusta.

La pareja había abandonado el coche en el interior del bosque y decidieron salir a pie por el otro lado, como dos paseantes normales, coger un taxi y acudir a la entrega de las gemas. Pero el enorme hombre rubio tenía razón. Ya habían caminado lo suficiente como para haber alcanzado el otro extremo de Grand Park, pero a medida que transcurría el tiempo la vegetación e cerraba más y más sobre sus cabezas.

Cuando por fin encontraron un claro hacía mucho tiempo que habían asumido que estaban irremediablemente perdidos. aunque no sintieron el verdadero peligro hasta que escucharon aquellas risas entre el ramaje.

Echaron a correr huyendo del claro, pero eso solo empeoró las cosas. La vegetación se hacía más frondosa a cada zancada y pronto estuvieron competamente atrapados entre ramas, hiedras y zarzas. Las voces parecían venir de todos los rincones del bosque.

- Orco y goblin, no sois bien recibidos

- Habeis pisado un suelo que os está prohibido

- No insulteis nuestra percepción, Quitaos la máscara.

Ambos hombres parecía aterrados. Cuando se cansaron de forcejear agacharon la cabeza derrotados. Algo en su aspecto cambió, como si una gasa se descubriera sobre su figura, desvelando su verdadera apariencia. Lo que permanecía atrapado entre los árboles ya no era humano.

El hombre rubio había dado paso a un ser de piel verde oscura, de enormes y potentes brazos que de poco le valía para escapar. Su rostro bestial estaba congelado en una mueca entre la furia y el miedo. El pequeño había relajado el cuerpo.una gran nariz aguileña remataba un rostro de facciones angulosas, de ojos pequeños y mejillas huesudas y prominentes. fue el primero en hablar.

-¿Qué quereis?

-Primero, las semillas de Jack que llevais encima son ahora nuestras.

- Y dependiendo del valor de las gemas que habeis robado, nos pensaremos si dejaros marchar con un escarmiento y un mensaje.

- ¿Podemos votar por la opción del escarmiento y el mensaje?- sollozó el orco.

Una figura femenina salió de entre los bosques. era joven, hermosa y en su mirada brillaba una determinación salvaje.

- Grand Park es el hogar de los elfos de Eleyse. Que nadie nos moleste, o aquel que entre aquí no volverá a salir.

El goblin suspiró.

-Estamos jodidos.

domingo, 18 de octubre de 2009

Secretos

Creo que aún no he asimilado todo lo que me contaste. Cuando te fuiste casi me dio pena lo abatida que estabas, y en cierta manera lo entendía. Malgastar todo un verano en un pueblo costero en… no recuerdo bien donde… de lo que estoy seguro es que daba al Mediterráneo.

El caso es que te marchaste durante tres meses y volviste cambiada y con una petición. “Si me voy de nuevo, escríbeme, cuéntame lo que pasó. A ti siempre se te dieron bien las palabras, será hermoso recordarlo si lo narras tú”.

Por lo que sé el pueblo se disponía alrededor de una pequeña cala en la que habían construido un embarcadero, lo suficientemente grande para dar cobijo a un par de pesqueros. Allí no vivía mucha gente… ochenta, tal vez cien personas, algunas más en verano. Tampoco había mucha gente de nuestra edad, ni cosas que hacer para la gente de nuestra edad.

Pero me hablaste de un lugar al que te gustaba ir. La tienda de libros antiguos del viejo Möser. Möser era un judío escapado de Alemania en una época que no quería recordar, o al menos es lo que contaba la gente en el pueblo. Nadie conocía realmente al anciano que regentaba la librería, siempre detrás de su mostrador, ridículamente bajo para su metro noventa de altura.

Hablar de todas las tardes en las que te escondiste del aburrimiento entre las estanterías de Möser me llevaría casi tanto tiempo como el que tú estuviste fuera. Pero hay una de esas tardes a la que tengo que referirme, en la que cambió todo.

He tenido que parar de escribir durante un momento. Pensar como decir lo siguiente. Sé que me pediste que hiciera esto no por ti, sino para mí mismo, para entender porqué te fuiste de nuevo. Pero supongo que no lo lograré hasta que ponga el último punto y final.

Una tarde encontraste un libro, exquisitamente editado en piel, con guardacantos cromados y un candado guardando sus secretos. Te conozco, y no necesité que me lo dijeras para saber que lo siguiente que hiciste fue preguntar al viejo Möser. Y en tu lugar yo también habría pensado que el anciano me tomaba el pelo cuando tras mirarte durante un buen rato en silencio sacó de debajo de su camisa una cadenita de la que colgaba una llave.

Tampoco habló cuando tomó el libro, lo abrió y te lo tendió de nuevo. En blanco. Lo lógico habría sido pensar que se trataba de un diario, pero el peso de los ojos de Möser sobre ti indicaba lo contrario, que aquellas páginas vacías ocultaban un secreto… y que apropiada resulta esa última frase.

Era el libro de los secretos, te contó el viejo judío, y hasta ese momento había permanecido durante décadas mágicamente oculto. Solo alguien destinado a desvelar grandes secretos o a protagonizarlos podría encontrarlo. Y allí estabas tú.

Siempre supe que eras especial, pero jamás imaginé cuanto.

El librero te explicó que en sus páginas aparecerían los secretos de aquel que lo sostuviera, y para demostrártelo te mostró el suyo.

En las páginas desiertas brotaron palabras que hablaban de cosas más antiguas que el hombre, de criaturas de mística y esencia, de seres, como el viejo Möser que eran espíritus de tiempo, entidades que se alimentaban del mismo tiempo. Por eso el viejo nunca salía de su tienda. ¿Dónde encontraría más tiempo que entre sus libros? Tanta vida, tanta experiencia y anhelos, no solo de las propias historias, sino también de sus autores, habían empujado a Möser a una existencia que se extendía durante siglos.

Pero las páginas también hablaron de la soledad estos fantasmas de lo que fueron, de cómo buscaban la muerte durante tanto tiempo que llegaba un momento en el que eran tan viejos que podían alimentarse de sí mismos. Möser a veces decía, como en una letanía, que las buenas historias tienen principio, nudo y desenlace, “sobretodo desenlace”.

Recuerdo el brillo de tus ojos cuando me hablaste de esa tarde. Recuerdo cada una de las palabras que salieron de tus labios, las mismas que afloraron en el libro cuando Möser te lo cedió:

Se sentía extraña. Estaba en medio de la cubierta mientras los piratas llegaban. Sabía que eran piratas por que el libro así lo aseguraba, pero por su aspecto nadie podría decirlo a ciencia cierta. Un joven vestía de mimo, con la cara pintada representando un gesto triste congelado en el tiempo. Una gitana sostenía una bola de cristal dentro de la que se arremolinaban volutas de humo. un hombre trajeado consultaba algo en su agenda digital. Un chico vestido con oscuros ropajes orientales pese a sus rasgos mediterráneos, la miraba intensamente con una sonrisa en la cara. El pelo negro le caía sobre lo ojos verdes. El hombre que le había franqueado la entrada llegó junto a ella. Con voz fuerte comenzó a hablar:

-¡Avisad al capitán! ¡Ha llegado una nueva tripulante!

Tras unos segundos de actividad todos los marineros estaban de pie, en círculo alrededor de Mharie. Alguien carraspeó detrás del muro de personas e inmediatamente se hizo un pasillo por el que avanzó un niño de unos ocho años. Llevaba un tricornio demasiado grande que se le caía hacia delante constantemente. Colgada del cinto, iba arrastrando una espada de madera de dos veces su estatura. Se puso frente a ella y mirándola a los ojos comenzó a hablar. Tenía voz de adulto.

-¿Has meditado el significado del libro y de las acciones que te ves impelida a tomar?

Su tono era melodioso y el lenguaje un tanto enrevesado, pero la seguridad con la que habló el niño con voz de hombre sólo daba lugar a una respuesta.

-Si- contestó Mharie.

-¿Dejarás tu vida atrás para seguir mis órdenes y dedicarás el resto de tus días a descubrir la Verdad a bordo del Viento del Cambio?
-Si.

-¿Dejarás atrás tu nombre?

-¿Tengo otra opción?
-Me temo que no. Responde.
-Si.
-¿Sabes ya quien quieres ser?
Mharie asintió con la cabeza. El campitán sonrió. Todos los piratas dirigían sus miradas de uno a otro. Todos habían pasado ya por ese ritual en el que se quitaban la venda de la apariencia de los ojos y se iniciaban como tripulantes del extraño barco. Lo habían contemplado docenas de veces, y aún así se trataba de algo impresionante.
-Gritalo al viento.- Susurró el Capitán.
Mharie inspiró, dio dos pasos atrás, cerró los puños y gritó con todas las fuerzas de las que fue capaz:

-¡Mi nombre es Luuuuuuuuuuuuuuuuuuuz!
En ese momento su cuerpo empezó a brillar, primero con un suave resplandor, después con una potencia cegadora. Comprendió que se acababa de convertir en un elemental del destino al servicio de la Verdad, que iría a buscarla allí donde estuviera, que a partir de ese instante se dedicaría a la caza de secretos custodiados por monstruos y que después los gritarían al aire, para que todo el mundo que quisiera pudiera escucharlos. Supo que como ella, los demás tripulantes habían recibido un don al cambiar de nombre. Les miró detenidamente. Ahora todos le sonreían. El Capitán dio un paso al frente.
-Bienvenida, Luz.- El niño con voz de hombre se volvió hacia sus hombres.- ¡¿Que hacéis ahí parados?!¡Levad anclas!¡Zarpamos!



No te llamas Mharie, pero sabes que hablaba de ti. No creías posible que eso fuera a sucederte, pero incluso sin creerlo sabías que sería así. De entre las páginas del libro de los secretos se deslizó un pasaje para un barco, sin nombre ni destino. Möser sonreía.

Esta parte me resulta difícil de recordar. Tus palabras iban tan deprisa como imagino que debían ir tus pies, a la carrera desde la tienda de Möser hasta el embarcadero. Había un pequeño bote de cabotaje, y en el horizonte un barco de vela.

Sucedió tal y como el libro de los secretos había predicho. Estuviste fuera mucho tiempo. Desentrañasteis muchos secretos, los piratas y tú, y he de confesar que no entendí ni la mitad de los que me contaste.

Hay uno que me resulta particularmente hermoso. Es el primero que descubriste, cuando el capitán, el niño con voz de adulto habló contigo en tu primera noche abordo.

Toda la tierra, sus pobladores, la vida que acoge, los ecosistemas que la forman, es un ser consciente de sí mismo, una entidad que siente cada uno de los destellos vitales que la componen y que en definitiva esta viva… y sufriendo.

Cada secreto en el mundo es como una espada atravesando la realidad y vosotros os dedicabais a extraerlas y a reparar todo el daño causado. ¡Erais como superhéroes! Conceptos y metáforas salvando el mundo. Era poesía.

Pero volviste a la prosa, a la realidad, a mí. Me contaste todo esto y te quedaste callada esperando a que yo dijera algo. Algo que no encontraba por más que buscara en mi mente. Después me lo pediste. “Si me voy de nuevo, escríbeme, cuéntame lo que pasó. A ti siempre se te dieron bien las palabras, será hermoso recordarlo si lo narras tú”.

Al fin lo he entendido. Creo que lo entendí cuando al llegar a casa tu ya no estabas, cuando encontré sobre la mesa un pasaje para un barco, sin nombre ni destino. Ya lo he entendido.

Por eso esperaré a que regreses y me cuentes los nuevos secretos que desvelarás en tu viaje para que pueda escribirlos, como aquella vez que vencisteis a un kraken para conocer todos los nombres del mundo o tuvisteis que librar una batalla de adivinanzas contra las gaviotas del Triángulo de las Bermudas para descubrir el sabor de los colores.

Vuelve pronto.

viernes, 2 de octubre de 2009

Un mal sueño

Se despertó alterado, sin resuello, sudando. Esta vez no había sido como antes. Tenía una extraña sensación. Ya había tenido pesadillas antes, pero esta vez sentía que la de esa noche no era para él, que no le pertenecía. El recuerdo de la caída desde el acantilado aún latía en sus sienes y casi podía escuchar el rumor de las olas, pero no le asfixiaba la angustia de sus pesadillas sobre perros y sabía que no le costaría tanto volverse a dormir.

A la mañana siguiente desayunó sin ganas, el mismo café aguado de siempre. Bajó a trompicones las escaleras sin siquiera mirar a esa vecina que tanto le gustaba y que le sonreía mirándole interesada. Llegó al trabajo sin saber por que seguía sacrificándose, sin saber para que luchaba día a día, sin saber que le hacía vivir.

Pasando olímpicamente de los informes que tenía pendientes de cargar de tinta y avaricia, entró en Internet distraído, hasta que algo hizo que su cerebro volviera a un nivel de actividad aceptable para considerarlo un ser vivo:

¡ME HAN ROBADO MIS SUEÑOS! NO SE COMO EXPLICARLO, PERO DESDE HACE UN PAR DE DIAS TODAS MIS ILUSIONES HAN DESAPARECIDO. ESTABA AHORRANDO PARA UNA NUEVA CASA, MAS GRANDE, POR QUE MI MUJER Y YO ESTAMOS ESPERANDO UN HIJO, PERO AHORA TODO POR LO QUE VIVÍA HA PERDIDO SU VALOR. POR LAS NOCHES NO PUEDO DORMIR, ME ASALTAN LOS SUEÑOS DE OTROS. ES UNA SENSACIÓN HORRIBLE. SI HAY ALGUIEN MAS EN MI SITUACIÓN, POR FAVOR, TENEMOS QUE HABLAR E INTENTAR PONERLE REMEDIO A ESTO

Siguió buscando anuncios similares hasta que contó una veintena de casos similares y escribió a cada uno de ellos. Ofrecía su casa como punto de reunión para un primer encuentro. Quizás poniendo en común cada una de sus experiencias lograrían encontrarle algún sentido. En un par de días ya estaba todo arreglado.

Poco a poco terminaron de llegar todos. Eran 27. Una breve presentación y un listado de los sueños que tenían antes y los que tenían ahora. Sus pesadillas martirizaban ahora a una anciana que vivía sola con sus tres mastines. Sonrío para sus adentros de la ironía. Pero no todos encontraron sus sueños en los demás, ni tampoco a quien pertenecían los que se alojaban en sus subconscientes ahora.

Acordaron verse más veces para saber como evolucionaba el asunto. Las reuniones eran cada vez más frecuentes sin que nada cambiara, salvo que cada vez eran más gente. Según pasaba el tiempo conocían mejor a la persona cuyos sueños tenían ahora, como una segunda personalidad. Una adolescente dejo de acudir cuando sus sueños aparecieron en un obeso cuarentón que la miraba con lascivia. Alguien hecho en cara De otro alguien la obscenidad de sus sueños. Cada noche seguía saltando al vacío y aquellas reuniones no solucionaban nada. Anunció que ya no celebrarían más en su casa. Los ánimos se crisparon un poco más cuando un joven se suicidó al no soportar las pesadillas ajenas que violaban sus noches.

Dejó pasar el tiempo. Sabía que algunos seguían teniendo aquellas estúpidas reuniones, incluso que un par de ellos lograron recuperar sus sueños. Pero eso a el ya no le valía. Ya no quería sólo sus sueños, quería una explicación. Quería saber el porque había ocurrido todo eso. Quitó la tele, apagó la luz y se dispuso a saltar otra vez.

jueves, 24 de septiembre de 2009

El rincón de las alimañas de Mika

- Y a pesar de todo sigues sin creerme... tu lo has visto con tus propios ojos, has volcado todo un tintero en esa hoja y lo ha absorbido ¡sin ni siquiera oscurecerse un poco!¿Qué más pruebas quieres?

- No lo se, pero no sería la primera vez que intentaras timarme, Gunter.

Los transeúntes pasaban deprisa, envueltos en sus abrigos y bufandas sin prestar atención a la pequeña tienda de animales, y mucho menos a los dos hombres de hablaban en su interior. Tampoco se fijaron a través de la puerta en la que se podía leer “el rincón de las alimañas de Mika” en el trozo de papel que sostenía uno de ellos.

- Todavía me pregunto hasta cuando pretendías seguir con la farsa del basilisco. Sabías que en cuanto le echara algo de comer y ese algo en vez de convertirse en piedra siguiera correteando por la caja, sospecharía algo.

- Bueno… yo ya te devolví la pasta, ¿no? Y además, no se notaba tanto…

- Gunter… ¡era una gallina envuelta en papel de plata pintado de verde!

- Gallina que por cierto te regalé, no lo olvides.

Mika suspiró, dando por imposible a su amigo. Con una inclinación de cabeza le indicó que pasara a la trastienda. Él echó el cierre y colocó el cartel de abierto en cerrado. En la trastienda se encontró con Gunter rebuscando en la pequeña nevera. Sabiendo que reprenderle no tendría ningún efecto en su incorregible proveedor de especies raras se fue a la estantería, a coger uno de los libros que heredó de su tío.

- A ver… D, D, D… ¡Aquí! Diablillo de la tinta… subespecie de duende… vive introduciéndose en trozos de papel y alimentándose de tinta… exuda un líquido cuyas cualidades dependen del color de la tinta de la que se alimenta, si es azul, es un alucinógeno suave, con tinta roja, cicatriza cualquier herida sobre la que se aplique, la tinta verde hace que produzca un veneno mortal… viene una lista con los colores y los efectos.

Gunter devoraba a dos carrillos unas chocolatinas que había encontrado y ahora buscaba algo de beber. Mika volvió a dejar el viejo tomo en su sitio.

- De acuerdo, me lo quedo, pero antes vamos a sacarlo de esa hoja. Quiero verlo…Gunter, tienes 17 años… ¡¿qué coño haces con una cerveza?!

- No me jodas tío, que eres peor que mi madre.- Abrió la lata y le dio un par de tragos.- El bicho son 500… y un poco de la cosa de alucinar cuando empiece a destilarla.

- Está bien. Alcánzame un recipiente de esos y déjame tu mechero.

Pusieron la hoja sobre una pecera llena de polvo que había en un estante junto a otras jaulas para diversos animales y Mika comenzó a pasar la llama del mechero sobre la superficie de la hoja. Por la otra cara unas gotas de color negro caían a la pecera. Al cabo de unos segundos un pequeño chapoteo les indicó que el diablillo ya había caído. Era un ser pequeño, de aspecto frágil y puntiagudo, cubierto de una babilla viscosa.

- Eso es la sustancia que dice el libro, aunque no se que efecto tiene con tinta negra… bueno, pásate mañana por el dinero. Y sigo interesado en los retoños de mandrágora. Si consigues alguno soy el primero de tu lista, ¿de acuerdo?

- De acuerdo. ¿me paso a las cinco?

- Si. Pon el cartelito en abierto al salir.

Gunter se acabó la cerveza de un trago y se metió un par de chocolatinas en los bolsillos. Se despidió con un gesto y se marchó. Mika se agachó para ver mas de cerca de su nueva adquisición. Se palpó los bolsillos y encontró un bolígrafo azul.

- bien bichejo, ¿tienes hambre?

martes, 22 de septiembre de 2009

Tabaco II

El hotel acababa de abrir sus puertas. A la inauguración acudió toda la prensa de la ciudad. Comenzó el recorrido. La decoración era exquisita. La sobriedad de las nuevas tendencias con unos toques de los locos años veinte. El bar del hotel tenía los suelos y las paredes de alabastro, entre el negro y un leve fulgor verde. Los taburetes de cuero en torno a la barra y los reservados discretamente iluminados parecían diseñados en exclusiva para la letra pequeña de los negocios, las cláusulas demasiado sórdidas para las impolutas oficinas y las condiciones que la decencia rechazaría a gritos pero la codicia acepta con una sonrisa. Los dos hombres se desabrocharon las americanas y tomaron asiento. Uno posó un maletín en la mesa. El otro sacó una cajita de metal. Era una pitillera. Se llevó un cigarro negro y corto ante los ojos, como si fuera a encenderlo con la mirada. Luego lo olió y se lo puso entre los labios. Al acercar la llama del mechero una voluta de humo gris ascendió hacia el ventilador, a estrellarse contra sus aspas, dejando un olor a azul y vainilla por toda la sala.
- Deberías dejar el tabaco
- ¿Sabes qué? O el tabaco me deja a mí o este romance durará para siempre.

martes, 1 de septiembre de 2009

El secreto del titiritero

- Te lo juro, aquel tipo era el tío más duro de esta esfera. No sé como ha podido pasarle. Todavía recuerdo cuando Maggie y yo fuimos hasta El Cairo.
- ¿Por aquel asunto del tráfico de alas de hada?
- Si. El caso es que una panda de traficantes menores había descubierto a uno de los nuestros, un niño pequeño que apareció en medio de una aldeucha de bereberes. El crío no era gran cosa, pero sabía transformar la arena en agua, así que en aquella zona era el puto dios. Y ya sabes como funcionan esas cosas. Aparece un niño dotado y a su alrededor surge una plaga de hadas, hasta que el niño crece, pierde la inocencia y las hadas se van a dar el coñazo a otra parte, pero hasta entonces, las cazan, las cortan las alas, las reducen a polvo y se la venden a tíos dispuestos a fundirse el cerebro por un par de bueno viajes. ¿Quieres más café?
- No, pero pídeme otro trozo de tarta. De calabaza. La cocinera es un duende y su receta tiene más años que ella.
- Vale. El caso es que necesitábamos equipo difícil de conseguir, ya sabes, sangre de fantasma, escamas de dragón, plumas de grifo, una buena fiesta vaya, y nos dijeron que el titiritero era el mejor proveedor del mundo y que por suerte a veces trabajaba con nosotros.
- Mmmm, tío ¡Tienes que probar esta tarta!
- Nah, no me gusta la calabaza. Me habían contado que el titiritero había llegado a comerse una sombra.¡Una sombra! ¿Te he contado lo de la sombra que nos atacó en Perú? ¡Éramos 3 psíquicos y dos magos contando a Maggie y sólo la hicimos huir! Pero bueno. Tras perdernos un par de veces llegamos al teatro donde había desplegado su tapadera. Entramos en aquel antro a la mitad del espectáculo. Aquel tío era impresionante. bastón, levita negra, guantes blancos y conejos en la chistera. Lo mejor de todo era que ni siquiera usaba magia de verdad en su número. ¡Era todo un engaño!
- ¡Ja! Como aquel tipo de Nueva York, el que se metió en un ataúd lleno de agua durante tres días. Resultó que el fulano tenía un elemental de agua entre sus antepasados, y había heredado la capacidad de respirar bajo el agua… pero no se dio cuenta de que una vez que acabara el oxígeno del agua, se ahogaría igualmente. ¡Joder! ¡Por eso las peceras llevan motores!
- ¡Que va! Esto era genuinamente normal. Pero la sorpresa nos la llevamos al entrar en el camerino. Ya sabes que Maggie siempre lleva sus gafas de realidad inalterada, ¿verdad?
- Son caras, pero anular los hechizos de ilusión ayuda a salvar el pellejo, ¿Eh?
- Y que lo digas. Maggie se ponía las gafas y yo me enlazaba a su cerebro. Los psíquicos no podemos usar objetos de magos, pero puedo ver a través de los ojos de alguien que si pueda usarlos. Al principio nos temimos una emboscada. Los traficantes sabían que tarde o temprano iríamos a por ellos. El cuerpo del titiritero estaba tirado en una silla, como inconsciente, pero al fijarnos bien ¡Era un muñeco! El tipo de la chistera y la levita era un puto títere. Descubrimos que uno de los armarios era una puerta a otra habitación más amplia, una especie de almacén.
- Osea, que al final ni emboscada ni nada, ¿no?
- No. Peor. Nos encontramos con un gato del tamaño de una vaca, tumbado panza arriba fumando de una cachimba que olía a opio y mandrágora y con dos maromos rascándole la barriga.
- No me jodas que…
- Si. El titiritero es un gato pervertido y decadente con sobrepeso. El tipo insuflaba algo de esencia en el muñeco para sus apariciones públicas, y mientras tanto se drogaba en el camerino a la vez que sus dos esclavos le hacían cosas que no se deben decir en voz alta. Estaba tan gordo que ni siquiera podía llevarse las patas al hocico para lavarse, de modo que obligaba a los criados a lamerle.
- ¡Tío! ¡Que estoy comiendo tarta!
- Por lo menos estaba bien surtido. Nos hizo esperar a que le maquillaran para estar presentable para nuestro encuentro, pero tenía todo lo que le pedimos.
- ¿Y fue caro?
- Ah, ¿Pero no te imaginas lo que nos pidió como pago? Aquel cerdo peludo quería la mitad del polvo de ala de hada que requisáramos. Dijo que iba a dar una fiesta y no quería quedarse sin aperitivos. Aceptamos y nos largamos de allí. Aquello apestaba a drogas e incienso y otro par de olores que no quiero identificar. Pero antes de irme capté una imagen mental de su cabeza. Por lo visto no llegó a comerse aquella sombra.
- ¿Ah, no?
- No. La vomitó envuelta en una bola de pelo.

lunes, 24 de agosto de 2009

Hipnosis

Todos esperaban en la misma sala redonda. Los sillones cómodos y de último diseño se distribuían alrededor de una mesa baja sobre la que solo se veía un teléfono. Pocos eran los que preferían estar sentados. Otros simplemente se apoyaban en las curvas paredes de la sala o caminaban de un lado para otro intentando explicarse como habían acabado dentro de una habitación sin puertas ni ventanas y con otros 15 desconocidos.

Era gente de todo tipo. Tras casi una hora discutiendo sobre como habían llegado allí o la posibilidad de algún topo decidieron solamente esperar, en silencio. Un tipo con una camiseta sin mangas que se llevaba nervioso los dedos a la boca en un ademán de fumador. Un muchacho vestido de gótico se sujetaba las rodillas sentado en el sillón. Un ama de casa, un cincuentón con bigote que miraba sin pestañear a una chica rubia que lo ignoraba… no podían ser más distintos.


Me senté en el sillón que me señaló el terapeuta. Decía que iba a hipnotizarme y aunque no tenía mucha confianza en esos métodos si lograba quitarme las jaquecas estaba dispuesto a probar cualquier cosa.

Se me acercó con un pequeño péndulo plateado y comenzamos con ejercicios de relajación y respiración. No sé si conseguiría hipnotizarme, pero como siguiera un poco más iba a quedarme frito. El péndulo empezó a moverse. La voz del terapeuta me dijo algo, no recuerdo el qué. De hecho, a partir de ahí no recuerdo nada.


El teléfono comenzó a sonar. Todos se miraron extrañados. Lo habían comprobado antes y no había línea. La mujer con pinta de ama de casa alargó una mano temblorosa hacia el auricular. Los demás se mostraban inquietos. Descolgó y se llevó el auricular al oído.


Me sentí mareada, de repente pasé de estar en una sala con extraños a estar sentada en lo que parecía una consulta, con un señor de gafas y barbita, de esos intelectuales que salen en la tele. Me preguntó si me sentía bien, quien era, como me llamaba, mi edad y profesión, y luego me dijo que iba a intentar hipnotizarme. Yo estaba como ida y de nuevo volví a la sala blanca.


Tras lo que parecieron unos segundos interminables la mujer volvió a colgar. Entonces todos comenzaron a acosarla con preguntas, Tratando de averiguar nuevos datos que pudieran sacarlos de allí. El teléfono sonó de nuevo. El tipo con el mono de nicotina se lanzó a cogerlo, soltando imprecaciones para quien estuviera al otro lado de la línea.


Joder, esto es una puta locura. Primero en esa sala blanca rodeado de gilipollas y ahora con esta especie de loquero. No sé que intenta contarme y me pasa algo por delante de las narices, de un lado a otro. Me estoy poniendo de muy mala hostia. Intento levantarme, pero estoy como colocado de algo que no recuerdo haberme metido. ¡Mierda! Otra vez en la sala blanca.


Uno por uno fueron cogiendo el teléfono, ya que ninguno de los que se ponía en contacto con quien fuera que llamaba sabía explicar lo que había escuchado. Coger el teléfono había operado un cambio en ellos, ahora permanecían ensimismados, casi en letargo, inactivos y lo más importante, mudos.


Volví en mí. Lo primero que hice fue mirar el reloj. Habían pasado más de cuarenta minutos y el terapeuta parecía extenuado. Me dijo que había puesto en práctica una nueva técnica que el mismo había desarrollado para el tratamiento de los trastornos disociativos de personalidad múltiple. Era tan sencillo como hipnotizar al anfitrión para dejar salir las personalidades alternativas e hipnotizarlas a su vez, sumirlas en una especie de trance del que no despertarían nunca, con lo que el trastorno desaparece. Me explicó que mis jaquecas eran producidas por todas las otras personalidades, intentando aflorar a la vez. La sesión era complicada y muy cansada para el terapeuta, pues debía hacer dormir a todas y cada una de las personalidades, ya que si alguna permanecía despierta sus intentos por tomar el control tendrían mucha más fuerza. Respiré hondo, aliviado. Por fin la cabeza dejaría de dolerme, y los días de despertar sin saber donde estoy y como he llegado hasta allí habrían acabado.


El joven con apariencia de gótico se soltó las rodillas y sonrió. Nadie se había dado cuenta de que él no había cogido el teléfono. Casi juraría que nadie se dio cuenta de que estaba allí, tan quieto, tan callado. Descolgó el teléfono y rio a carcajadas. Por fin iba a descubrir como era el mundo de ahí fuera.

martes, 4 de agosto de 2009

Miau

La reportera tiritaba bajo un paraguas en frente de la Corte de Justicia Municipal, aguantando los embates del viento y la lluvia, a la espera de poder hacer una conexión en directo y marcharse a su casa.

En resumen –entendedme, me resulta un poco complicado seguir vuestros informativos- venía a decir que el asesino en serie Nicholas Wald, conocido como el violador del calcetín, acababa de ser condenado a muerte mediante inyección letal en un juicio lleno de escándalos, polémicas, abogados defensores que dimitían, fiscales manchados por la corrupción y un largo etcétera que dio alas al amarillismo (¿está bien dicho?) más salvaje de los medios.

La ejecución tendría lugar dos días después. El gobernador había declarado en varias ocasiones la repugnancia que sentía por el asesino, por lo que no cabía esperar un indulto de última hora. Iban a ser dos días muy largos.

A ver… Nick no era un mal tipo. Era muy raro, eso si. Nadie normal viviría en un apartamento tan pequeño como el suyo con media docena de gatos. Pero a pesar de eso… no sé, con nosotros se portaba bien. Racaneaba un poco con la comida y ponía la tele muy alta, pero nada más.

En la tele dijeron que las familias de las víctimas asistirían a la ejecución, así como diversos notables del Ayuntamiento, el Departamento de Policía y el Gobierno Federal. Diversos medios de comunicación estaban acreditados, aunque según las leyes del Estado no podrían estar presentes en el momento de la muerte, solo antes y después, para ser testigos de los preparativos previos y recoger las declaraciones de los familiares de las siete pobres muchachas a las que el violador del calcetín había despojado de su vida y su inocencia. Ninguna tenía más de dieciocho años.

Tras despedir a la reportera el presentador dio paso a un reportaje sobre como, tras meses de trabajo infructuoso, la policía científica dio con el hallazgo que permitió inculpar a Wald con los asesinatos. Al parecer pudieron relacionar a Nick con las fallecidas debido a unas fibras de pelo animal en el cuello de la última chica, transferidas por el calcetín que usaba para estrangularlas. El pelo correspondía con uno de los felinos del condenado.

Vale, reconozco que frotarme con los calcetines según salen de la secadora no fue mi mejor idea, pero tampoco es culpa mía ¿No? Además, si esperaba lealtad, que hubiera elegido un perro como mascota.

sábado, 1 de agosto de 2009

Días de mierda

- Me encantan los días como hoy.
- ¿Los días que llueve?
- No, los días de mierda.

miércoles, 8 de julio de 2009

Pobre, pobre arañita.

Érase una vez una pequeña arañita. La arañita vivía cerca de una casa habitada por una familia. En la casa de la familia vivía Padre, Madre e Hija, y eran felices. Todos los días reían y jugaban al atardecer, cuando Padre y Madre volvían de trabajar e Hija acababa sus deberes. A veces recogían fruta de los árboles del jardín y preparaban tartas y pasteles que parecían montañas de nata y colores. La arañita, que estaba sola quiso también ser feliz con la familia, y jugar con ellos, y preparar tartas y pasteles que parecieran montañas de nata y colores, así que un día la arañita avanzó por el camino que daba a la casa con la intención de presentarse. Pero antes de llegar a la puerta se encontró con Madre, quien blandía una escoba.

-¡Qué arañita más horrible!

Y comenzó a darle escobazos a la arañita, de modo que tuvo que huir y esconderse. Pobre, pobre arañita.

Otro día la arañita escuchó como la familia cantaba. Madre y Padre tocaban a la vez el piano e Hija bailaba en círculos. La arañita pensó que ella también sería una buena bailarina, ya que tenía ocho ágiles patitas con las que podía saltar muy alto y hacer muchas piruetas. Así que trepó por las ramas de uno de los setos que había bajo las ventanas de la casa y se dispuso a saltar. Pero Hija le vio acercarse al seto, y cuando la arañita estaba en mitad del salto, Hija apareció de repente con un fuelle.

-¡Qué arañita más horrible!

Y sopló tan fuerte con el fuelle que la arañita salió volando hacia atrás y tuvo que esconderse. Pobre, pobre arañita.

Tiempo más tarde, la arañita vio que Padre, Madre e Hija estaban leyendo un cuento y pensó que ella también podía leer para la familia, ya que tenía ocho bonitos ojos con los que leería mejor que nadie las páginas de cualquier libro. Así que decidió subir por el canalón de la fachada. Pero Pdre le vio llegar así que cuando la arañita estaba casi arriba, Padre apareció con un cubo de agua.

-¡Qué arañita más horrible!

Y derramó todo el agua en el canalónhaciendo caer a la arañita, y casi ahogándola en el proceso, así que tuvo que huir. Pobre, pobre arañita.

La arañita se sentía muy mal. ¿Por qué la rechazaban sin nisiquiera conocerla? Para que nadie la molestara ni la viera llorar, la arañita se escondió en una manzana del huerto de la familia, y lloró hasta que se quedó dormida.

Cuando despertó estaba en lugar que no conocía. No había cielo, en su lugar había un muro, como los que construía la gente como la familia. Además la manzana ya no estaba en su árbol, sino en una cesta con otras manzanas. Por lo visto Hija había ido a recoger fruta para hacer una de sus tartas. Al mirar por la ventana, la arañita se dio cuenta de que era de noche. Así que aprovechando que la familia entera dormía, la arañita los mató a todos con su veneno.

jueves, 2 de julio de 2009

The beginning is the end is the beginning

La libertad es un concepto efimero, basado en la existencia de otro concepto aún más efimero si cabe, como es el cautiverio... ¿Hasta que punto se puede encerrar un alma, una mente o una idea? No existe, pues, el cautiverio, por lo que definir entonces libertad es una futil e innecesaria necedad...

viernes, 19 de junio de 2009

miércoles, 27 de mayo de 2009

Sin título (serie abierta)

La mujer de la imagen miraba hacia atrás, entre asustada y sorprendida, por encima de su hombro izquierdo, buscando algo que estaba fuera de plano. Esther se inclinó sobre el lienzo. La calidad de la pintura era casi fotográfica. El entramado de la pieza de lino sobre la que el artista había depositado sus pigmentos era imperceptible. Existía algo en el cuadro que atraía la atención de la muchacha de manera casi hipnótica, aunque no sabía decir si era en el soporte o en el fondo de la obra donde residía ese reclamo. Se fijó en la plaquita del marco: “Sin titulo (serie abierta)”

A su espalda el dependiente de la tienda de antigüedades seguía rebuscando en cajas y estanterías alguna otra pieza que pudiera ser del agrado de su joven cliente, aunque parecía que la muchacha ya se había decidido.

- Me quedo con este.

Recibió el pedido a los pocos días en su casa. Colocó el cuadro en un caballete del salón y comenzó su ritual personal. Siempre repetía los mismos pasos cuando adquiría una nueva obra. La situaba junto a otro lienzo en blanco y comenzaba a copiarla. Intentaba sentir lo mismo que el artista en cada una de las fases de la pintura. Sentía la necesidad de hacer suyo ese reflejo de realidad, dominarlo, conocerlo antes de considerar que podía formar parte de su hogar.

Pintó durante horas. Estaba algo mareada. A pesar del aire acondicionado y la buena ventilación de su piso una fina película de sudor cubría su piel. Se le había formado un nudo en el estómago. La angustia que transmitían las sombras del cuadro al observarlo parecía habérsele atenazado en las entrañas a ella al pintarlo. No estaba habituada a esas sensaciones. Cuando copió sus otros cuadros sentía orgullo, satisfacción, alegría… pero con este el desagrado la invadía con cada pincelada. La gama de colores resultaba deliberadamente pobre, y la composición no traía consigo equilibrio y belleza, sino ansiedad, desasosiego e intranquilidad. No entendía que había visto en aquella pieza en la tienda de arte y antigüedades. Decidió que si no conseguía terminar la copia esa misma noche, lo devolvería. Dejó el pincel y se frotó los ojos. La luz del sol se había ido escondiendo detrás de los edificios vecinos y solo se arrastraba por las paredes la agónica luz anaranjada que precedía a la muerte del día.

Ahora ya estaba convencida de que algo pasaba con aquel cuadro, como si estuviera incompleto. Lo intentó varias veces más hasta que cayó en la cuenta. El punto de fuga estaba mal situado. Al retirar el forro trasero descubrió que el dibujo continuaba en el lienzo recogido tras la montura. Lo desclavó, desplegó y observó más de cerca.

La pintura daba ahora una visión más clara del entorno de la mujer retratada. Se trataba de un salón poco iluminado, con algunos cuadros como los que ella tenía en sus paredes.

Siguió las líneas del rostro de la muchacha con los dedos. Creyó reconocer en el cuello de la chica el mismo lunar que adornaba el suyo. Cayó en la cuenta de que en el marco de la puerta que mostraba el cuadro se adivinaba una figura entre las sombras, junto al Ficus que ella también tenía. Escuchó un ruido a su espalda.

Miró hacia atrás, entre asustada y sorprendida por encima de su hombro izquierdo, buscando algo que estaba fuera de plano.

domingo, 15 de marzo de 2009

Sorpresas

¿Cómo imaginar que me daría la vuelta y estarías allí? ¿Cómo imaginar que después de tanto tiempo los recuerdos seguirían vibrando tan potentes e intensos como aquellas noches? Y aunque las circunstancias no han jugado a nuestro favor y la incertidumbre baile con nosotros, verte de nuevo ha sido, como siempre, so so fucking special.

domingo, 8 de marzo de 2009

Diseño Inteligente

Sólo un pequeño apunte para los que creen en un creador supremo o al menos aceptan con cierto placer intelectual la teoría del diseño inteligente. Nadie que sea inteligente podría haber diseñado algo tan inútil y problemático como las muelas del juicio.

viernes, 23 de enero de 2009

No soy nadie. No soy nada

No soy nadie. No soy nada. No me dedico a ninguna profesión extraña en la que arriesgue mi vida con un elegante toque de bohemia. No soy detective privado, No pinto a hermosas mujeres desnudas en mi buhardilla, no custodio raro tesoros bibliográficos ni hago magia en las plazas delante de estudiantes turbadas por la mirada de lobo herido que no tengo.
No tengo un apellido exótico. No se me conoce por ningún sobrenombre ni destaco en ninguna disciplina. No he protagonizado una azarosa juventud allende los mares, donde una madre argentina no me echa de menos. No hay ninguna disputa con mis hermanos que me pese en el corazón, ni guardo secretos que vayan a cambiar mi vida para siempre. No conozco la verdadera esencia del mundo ni la magia que lo mantiene atado. Jamás existió una mujer que me quiso como ninguna otra y cuya ausencia me ponga la cordura del revés, ni tragedia en cuyo recuerdo me pierda cuando me quedo a oscuras.
No tengo una marca favorita de ginebra ni un antro donde me puedan poner “lo de siempre”. No vivo en un barco-casa desde cuyas velas gritarle a Dios en las noches de tormenta. No sigo con ferviente devoción a ningún músico de jazz que se arrancó el alma del pecho para ponerla en su instrumento.
Mi vida dura en lo que unos ojos se deslizan por estas líneas que se acaban. No soy nadie. No soy nada

lunes, 12 de enero de 2009

Sólo es nieve

El viento arrastra aristas de frío que titilan con leves brillos delante de los ojos y nublan el fondo de la calle, arremolinadas, traviesas. Salpica las mejillas y se enreda en las pestañas un polvo de invierno y de escarcha que estremece las cosquillas dormidas bajo la bufanda. Las hojas de los arbustos tornan su savia en piedra y crujen al tacto. Se parte el suelo en espejos con cada pisada. Hay quien dice que el llanto enganchado en el aire son las esquirlas de hielo que desprenden las espadas de cristal de dos ángeles con alas de plata, embestida tras embestida. Para otros sólo es nieve