viernes, 23 de enero de 2009

No soy nadie. No soy nada

No soy nadie. No soy nada. No me dedico a ninguna profesión extraña en la que arriesgue mi vida con un elegante toque de bohemia. No soy detective privado, No pinto a hermosas mujeres desnudas en mi buhardilla, no custodio raro tesoros bibliográficos ni hago magia en las plazas delante de estudiantes turbadas por la mirada de lobo herido que no tengo.
No tengo un apellido exótico. No se me conoce por ningún sobrenombre ni destaco en ninguna disciplina. No he protagonizado una azarosa juventud allende los mares, donde una madre argentina no me echa de menos. No hay ninguna disputa con mis hermanos que me pese en el corazón, ni guardo secretos que vayan a cambiar mi vida para siempre. No conozco la verdadera esencia del mundo ni la magia que lo mantiene atado. Jamás existió una mujer que me quiso como ninguna otra y cuya ausencia me ponga la cordura del revés, ni tragedia en cuyo recuerdo me pierda cuando me quedo a oscuras.
No tengo una marca favorita de ginebra ni un antro donde me puedan poner “lo de siempre”. No vivo en un barco-casa desde cuyas velas gritarle a Dios en las noches de tormenta. No sigo con ferviente devoción a ningún músico de jazz que se arrancó el alma del pecho para ponerla en su instrumento.
Mi vida dura en lo que unos ojos se deslizan por estas líneas que se acaban. No soy nadie. No soy nada

lunes, 12 de enero de 2009

Sólo es nieve

El viento arrastra aristas de frío que titilan con leves brillos delante de los ojos y nublan el fondo de la calle, arremolinadas, traviesas. Salpica las mejillas y se enreda en las pestañas un polvo de invierno y de escarcha que estremece las cosquillas dormidas bajo la bufanda. Las hojas de los arbustos tornan su savia en piedra y crujen al tacto. Se parte el suelo en espejos con cada pisada. Hay quien dice que el llanto enganchado en el aire son las esquirlas de hielo que desprenden las espadas de cristal de dos ángeles con alas de plata, embestida tras embestida. Para otros sólo es nieve