miércoles, 31 de diciembre de 2008

Cabos sueltos

La niebla bajó lentamente. Los peatones, obstinados, continuaban su camino hacia el trabajo, atravesando la capa de humedad que se filtraba en los abrigos y empapaba las bufandas.
Los dos hombres iban a la par, mirando al suelo, avanzando a paso vivo. Charlaban de forma animada, nada acorde con el frío de la mañana, que más bien invitaba a callar, apresurarse y permanecer el menor tiempo posible en la calle.

- Me han pedido que sea delegado sindical.
- ¿Y que vas a hacer?
- No lo sé. Es mucho curro, pero mientras sea delegado no me pueden despedir.
- Hablando de despidos, ¿Sabes a quien han echado?
- Ni idea.
- A Pura, la de Administración.

Entraron en un gran edificio corporativo. Se acercaron al puesto de seguridad de la entrada y pidieron unas indicaciones. Cogieron un ascensor y pulsaron el botón del piso 46. Uno de ellos revisó algo en su maletín.

- ¿Dónde vas a ir este año de vacaciones?
- Los niños están empeñados en ir a disneyland. Supongo que iremos de todos modos, pero les he dicho que si suspenden alguna nos quedamos en casa.
- Tus chicos han sido bastante aplicados. Nosotros no conseguimos que el pequeño se centre. Andamos siempre con academias y con historias.

El ascensor llegó al piso 46. Entraron en un bufete de abogados. Saludaron con una sonrisa a la secretaria, se anunciaron y pasaron al despacho de uno de los socios. Tras los saludos y presentaciones entraron en materia.
- ¿Cuál es su problema? –preguntó el abogado.
- Nuestro jefe está teniendo algunas dificultades con un tipo que está metiendo las narices donde no le llaman.
- Nuestro problema es usted. –Terció el segundo hombre.

Antes de que el abogado pudiera asimilar la última frase los dos hombres ya habían sacado dos pistolas con silenciadores y abrían fuego contra él.
Los asesinos permanecieron otro cuarto de hora en el despacho. Salieron despidiéndose.
- Muchas gracias, volveremos la semana que viene.

Dijeron adiós a la secretaria, de nuevo con una sonrisa. Cogieron el ascensor y pulsaron el botón de la planta baja.
- Una putada lo de Pura.
- Si, es una pena.
- ¿Dónde comemos?
- ¿Te apetece ir a un italiano?
- Vale.

Y al salir del edificio se dirigieron al restaurante.

4 comentarios:

Fernando Blanco dijo...

Como los niños suspendan habrá más muertos jejejejeje.

Muy chulo, me gusta ese cambio de registro de lo cotidiano a lo "laboral" sin transiciones, como dos cosas normales comunes entre sí.

Feliz año nene

Laura Luna dijo...

Me ha gustado mucho^^ Considero que tu redacción está a la altura del tono de la historia. Lo cuentas con una naturalidad que hace que el lector o bien se estremezca, o bien suelte una carcajada negra.

Besos despedidos,
Mun

Isabel dijo...

Me encantan los contrastes, gran historia.

JT dijo...

¡Muy bueno!

Las conversaciones son perfectas, casi cinematográficas. De hecho, ahora que hablo de cine, tiene un toque a Pulp Fiction ;)