jueves, 13 de mayo de 2010

Arte

Apuró el vaso de bourbon de un trago. Siempre pintaba mejor después de un par de vasos de algo fuerte, estaba más inspirado. Ya lo tenía todo preparado. Tambaleándose llego hasta el lienzo y comenzó a dar pinceladas. Veía el modelo en su mente, con toda claridad, como si tuviera una fotografía delante.

Puso su rojo por la pintura junto a la pasión, el amarillo de cuando pensaba en sus sobrinos, el púrpura que le asaltaba junto a las dudas, el verde envidia de su hermano y sus mejores cuadros.

Añadió el azul de cuando le dejó su novia. "no puedo estar con alguien para el que solo existen los lienzos y los tintes, yo también tengo mis necesidades y tu no puedes satisfacerlas", le dijo. Si, hay que ponerle más azul. El añil derivó al negro de la depresión que se le atenazó en el corazón durante tres largos años. y encima de aquellos borrones de sombra, pequeños arañazos de rojo y verde, las tardes que pintaba, los pocos momentos en los que sonreía de nuevo.

Siguió pintando y bebiendo toda la noche, acosado por la fiebre, la borrachera y el sueño y empujado por un impulso que ni siquiera él sabía de donde procedía. Acabó el cuadro a la vez que la botella de four roses, al amanecer. Suspiró, se alejó para tener más perspectiva y contempló extasiado su obra. Aquello no era una obra de arte, era la plasmación de su propia alma.

Cuando estuvo seco se lo enseñó a su hermana y a sus sobrinos. Era su hermana la que había cuidado de él siempre, la única que lo comprendía por completo. Cuando vio el resultado de aquella noche de desvelo lloró emocionada.

Yo lo haré todo, le dijo su hermana, no te preocupes, lograré que lo expongan. Y ella lo hizo todo y logró que lo expusieran. Llegó la fama dentro que aquellos elitistas círculos, un pequeño renombre. La muestra de sus anteriores trabajos con aquello de colofón estaba siendo un éxito. Le gustaba escuchar las opiniones de los visitantes al ver ese cuadro, que todavía no había titulado. Ninguno coincidía en su interpretación. Unos admiraban la fuerza de los rojos y verdes, otros la inocencia y candidez de los amarillos, los más simplemente comentaban lo atormentada que debía de estar el alma de que hubiera pintado tanta tristeza.

A los pocos días la policía y los bomberos tuvieron que acudir a la galería. se había declarado un incendio. Al llegar le encontraron a él. Llorando, con una lata de gasolina aún en la mano. Estaba casi desnudo y borracho contemplando el fuego. Avisaron a la hermana, y al verla se abrazó a su cuello sin dejar de llorar. Las palabras salían a borbotones junto a las lágrimas:

- Fracasé. Soy un fraude, no lo logré. Me esforcé, trabajé y me sacrifiqué, pero todo fue inútil. Sólo quería mostrarme y ellos que me vieran como un conjunto, un todo, pero no lo entendieron. ¿Fueron incapaces de verlo! por eso no podía dejar que siguiera así, tanta belleza, tanta experiencia vital, ¡tanto de mí! a la vista de unos estúpidos que no saben lo que están viendo. ¡Mirad ahora el fuego!¡mirad mi rabia!¡ Mirad mi odio a vuestra ignorancia!

le ingresaron en un sanatorio mental. de vez en cuando garabateaba en alguna servilleta, pero no volvió a pintar. Su hermana le regaló una cámara de fotos, aunque no le prestó demasiada atención. Una tarde, mirando la cámara, habló por primera vez a uno de los celadores:

-¿Me podéis traer un poco de bourbon?

2 comentarios:

Bakea dijo...

sabes que terminaré como el hombre de tu historia verdad?

solo puedo decir, magnífico.

Banshee dijo...

Es taaaaan difícil a veces que te vean como a un todo, con tus circunstancias, y no como una parte... Qué digo a veces, ¡siempre!