viernes, 15 de febrero de 2008

Cuando clavas tu pupila en mi pupila

Llego tarde al bar, pero se que sus ojos azules me van a estar esperando en la mesa del fondo. Me siento en la silla frente ella, que tuerce la boca enfadada mientras el marrón de sus ojos ríe. Nos reímos los dos. Pido una infusión, color avellana, como el iris que abraza su pupila. Hablamos durante horas, la infusión se enfría y cada vez que su mirada verde se posa en la mía me da un vuelco al corazón. Cerramos el bar y las estrellas arrancan un destello violeta en sus ojos. Paseamos, no me atrevo a cogerla de la mano, pero no puedo dejar de mirar sus ojos negros. Saltamos el cartelito que dice “prohibido pisar el césped” y nos sentamos en la hierba. Empezamos a hablar a la vez, reímos y callamos. Me quita el aliento al taladrarme con esas dos ventanas color miel que dan a su alma.
-¿En que piensas?
-En nada.
Callamos, ella contrariada, yo cohibido. Respiro.
-En que me encanta el color de tus ojos.