domingo, 27 de enero de 2008

El ladrón de cosas bonitas

El sisear del aire rompió el silencio, y tras una canción silbada a media voz al entrar por la ventana a medio abrir devolvió el silencio a la casa. Nada más.

- Se que estás ahí- dijo tapándose con la sábana hasta la nariz.- Te he visto y no me das miedo.

La niña que soplaría seis velas en un par de meses temblaba bajo las sábanas de avioncitos estampados. Había algo o alguien en su habitación. Encendió la luz de su mesita y la figura de un muchacho espigado y delgado se pudo adivinar detrás de un enorme osazo, bien merecedor de ese nombre, de peluche. Lucía una brillante media melena de pelo liso y negro, cubierta por un raro sombrero con una pluma de un brillante azul oscuro. Por lo demás su ropa se podía definir como cualquier cosa menos normal, a medio camino entre un disfraz de mimo, un uniforme o un traje antiguo. El joven, un poco contrariado, salió de su peludo parapeto, se alisó la estrafalaria ropa con la que iba ataviado y se aclaró la garganta.

- Vaya, vaya. Así que me has visto y no te doy miedo, ¿eh?... que niña tan valiente... bien, pues ya que me has visto a mí y yo te he visto a ti, la etiqueta marca que nos presentemos.- hizo una intrincada y rocambolesca reverencia quitándose el sombrero e inclinándose tanto que las puntas de su pelo llegaron a rozar el suelo.- Mi nombre es Lucio Alberto Guillermo Osvaldo de Risatriste, mago, piloto, camarero ocasional y ladrón de cosas bonitas. Y vuestro nombre es...

Su voz sonaba dulce y acompasada como una de esas melodías que no te dejan moverte hasta que acaban. La niña le miraba boquiabierta, sin saber si entregarse por completo a la risa o al asombro, o reírse asombrada, que parecía la opción más cabal.

- Me llamo Marga... ¿De verdad eres un ladrón? ¿Me repites tu nombre? ¿Qué haces aquí?

- Bien doncella Marga, en respuesta a vuestra pregunta os diré que si, efectivamente soy un ladrón, pero no te creas que un vulgar ladrón de dinero, no. Uno como nunca has visto, uno de cosas bonitas- hablaba con orgullo, con la convicción de que, sin duda, era digno de admiración por su profesión.- En cuanto a mi nombre, los que han hablado conmigo más de dos veces me llaman por las iniciales, LAGO, y si gustáis, podéis llamarme así también.

Avanzó un poco hacia la cama. La capa negra con la que cubría sus hombros parecía fluir, fluctuar y arremolinarse sobre si misma, como con pequeñas olas en la superficie de un estanque. E inmediatamente cautivó toda la atención de la pequeña.

- ¡Hala!... ¿que es eso?

- ¿Esto?- levantó una de las esquina de la capa, que ondeó al ser levantada, con unos dedos largos y finos como lápices.- esto es mi capa de sombras. Es así como entro en las casas y me oculto de la gente. Cuando me la pongo puedo viajar desde una sombra a otra, esté donde esté y además, la gente no puede verme.

La niña estaba fascinada acariciando la capa. Podía hundir sus manitas en el tejido como si fuera agua, pero no se derramaba, ni estaba húmeda al tacto.

- Y bueno.- continuó LAGO garraspeando.- también se hacer otras cosas divertidas, mira.

Tarareando una melodía circense, escogió tres objetos de las estanterías y la mesa de Marga, un pequeño joyero, una goma de borrar y a su hámster, para acto seguido, comenzar a hacer malabares con ellos. Marga reía las payasadas de su extraño visitante, quien ahora se había puesto al hámster en la cabeza mientras hacía malabares con una sola mano con las otras dos cosas. Cuando se cansó, colocó todo en su sitio y comenzó a hacer volteretas alrededor de la cama. Marga aplaudía al ritmo de la canción que Lago iba cantando. Después de un buen rato paró su número de saltinbanki.

- Todavía no me has dicho para que has venido.- Puso su cara de hacer pucheros y conseguir gominolas.- ni por que robas cosas bonitas.

La sonrisa de LAGO desapareció de su rostro y se dejó caer a los pies de la cama, en paralelo a la almohada con las manos entrelazadas detrás de la nuca.

- Verás doncella Marga.- la melodía de su voz derivaba a una elegía sin nombre, conmovedora, arrasada de soledad.- una vez tuve algo, a alguien...

- ¿Se marchó?- se había sentado, cruzada de piernas y ahora lo miraba. Veía la tristeza nadar en sus pupilas, salpicando lágrimas en cada zambullida.

- Me la quitaron.- fue toda la respuesta.- Por eso solo robo cosas bonitas, cosas que me recuerdan a ella. Para no olvidarla, para que no desaparezca del todo... ¿Sabes? Tú te pareces un poco a ella.

La niña dio un salto echándose para atrás, visiblemente asustada.

- No irás a robarme a mí, ¿verdad?

LAGO la miró un momento perplejo, apoyado sobre un codo y después se rió a carcajadas echando la cabeza hacia atrás, con una risa que refrescó la música de su garganta, y ¿por que no? aligeró el peso de su alma.

- No doncella Marga, no voy a llevarte conmigo.- y volvió a reír ante el suspirito de alivio de la pequeña.

Siguieron hablando toda la noche, cantando, bailando un vals improvisado en el que Marga tenía que subirse a los pies de LAGO, pisando las punteras de sus botas, dando vueltas hasta marearse. Lago le contó todo lo que había visto en sus andanzas y Marga le relató todo lo que inventaría para él, si algún día volvía.

El sol empezó su rutinaria búsqueda de algo que no encontraría, como cada uno de los otros días. LAGO miró por la ventana y con una sonrisa que decía adiós se acercó a la niña, que intuyendo lo que pasaría entonces solo se limitó a asentir. LAGO suspiró.

- Que niña tan valiente.- y dándola un beso en la frente se dirigió hacia un rincón donde no se atrevía a llegar la luz de la lamparita, avanzó como si no hubiera pared, sumergiéndose en la sombra.

- ¡Espera! - gritó Marga.- Si eres un ladrón, ¿por qué no te llevas nada?

- Claro que me lo llevo, doncella Marga.- Se ajustó bien el sombrero que había dejado en una silla cuando se tocó con el hámster.

- ¿Qué te has llevado? No me falta nada.

LAGO bajó la cabeza y acabó por desaparecer por completo en las sombras. Unos acordes disfrazados de palabras resonaron en la habitación.

"El recuerdo de esta noche"