La primera vez que
probé tus labios fue a través de un filtro manchado de carmín y
desde entonces no sé si tengo mono de nicotina o de ti.
Se me iluminaba la
mirada cada vez que mis ojos se cruzaban con los tuyos y solo se
interponía entre nosotros la llama de tu mechero.
Yo que era de
toserte los piropos, y tú, que nunca supiste limpiar los ceniceros.
Yo que veía tu
silueta en cada bocanada de humo, y tú, que me cogías la mano con
el desapego con el que se sujeta un cigarro.
Yo que prefería el
cartón entero, y tú, que liabas los pitillos uno a uno.
Yo que no podía
aguantarme las ganas de amarte de tres caladas, y tú…
tú que has dejado
de fumar.
1 comentario:
Que bueno, me encanta el final. Como un ¡zas! En toda la boca.
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