El sistema acabó consigo mismo de la manera más aburrida que se pueda imaginar: La burocracia. Un día el supervillano William Rathbourne, conocido como Deathborn, y dos de sus colaboradores habituales registraron la asociación Amigos de la Maldad. La maldad es un concepto moral, no legal, por lo que el Ayuntamiento no pudo impedirlo. Tuvieron la arrogancia de invitar a todos los superheroes a su asamblea constituyente.
A los pocos días todos los delincuentes comunes y sospechosos habituales se habían inscrito. El ejemplo cundió en el resto del país y pronto todos los criminales de la nación contaban con el carnet de socio. Rathbourne había estudiado leyes en su última estancia en prisión (cortesía de Solar Blast) y había aprendido a delimitar a la perfección la línea entre el delito y la simple mala baba.
Subvencionaron a los grupos musicales con menos talento, apoyaron las campañas de los políticos más extremistas, donaron dinero a los colegios que entraron en su programa de competitividad escolar desde párbulos. Consiguieron ampliar el horario de los bares y discotecas mediante recogida de firmas y después lograron subir en 40 decibelios el límite de la contaminación acústica. Primaban a los equipos deportivos que más faltas cometieran y crearon unos premios especiales para los empresarios que más ajustaran las condiciones laborales de sus empleados a los mínimos de los convenios. Rathbourne llegó a hacerse un gran amigo personal del juez que más veces le había encarcelado
Algunos superhéroes encabezados por Nightbringer y Zealot intentaron la misma maniobra pero a la inversa. En un principio funcionó y tuvieron bastante respaldo cuando representantes de todas las religiones oficiales se sumaron a ellos. Sin embargo la Liga de la Bondad se vino abajo cuanto intentaron ponerse de acuerdo en la redacción de sus estatutos por las discrepancias entre los grupos religiosos. La demanda por violación de derechos de autor en su nombre fue el último empujón que les hacía falta para caer.
1 comentario:
Publicar un comentario