martes, 20 de octubre de 2009

Máscaras

El coche entró derrapando por la curva, esquivando a duras penas el resto de vehículos. Por detrás de ellos dos coches patrulla avanzaban en zig zag entre el tráfico, intentando dar alcance al sedán oscuro con matrículas falsas que había salido huyendo del atraco a la joyería.

- ¡Acelera! La parte difícil era hacerse con las gemas, ¡Esto tendría que ser lo fácil!

- Cállate.

El piloto era un hombre rubio, en la treintena, que manejaba el volante agarrándolo con dos enormes manos y la mandíbula apretada. Su acompañante era un tipo delgado, muy engominado y con un ridículo bigotito de rata. Llevaba una caja negra abrazada contra el pecho y no hacía más que gritar al conductor

- Si no llegamos a tiempo estar detenidos será el menor de nuestros problemas. ¡Tenemos que entregar las gemas hoy!

- Cállate

Los destellos de las sirenas ya eran visibles en los retrovisores. El conductor resopló cuando por su izquierda se incorporó a la calle principal otro par de oches de policía. -¡Gira! -chilló el hombrecillo

- ¡A la derecha!¡Métete en el Grand Park!

- Pero..

-¡HAZLO!

Con un volantazo los ladrones esquivaron la embestida de una de las patrullas, saltaron un bordillo y continuaron su carrera através del cesped de Grand Park, una enorme extensión arbolada en el corazón de la ciudad. El rugido del motor atravesó los primeros cientos de metros de cesped antes de que los policías tuvieran tiempo de corregir la dirección.

Era una jugada arriesgada. a medida que se avanzaba hacia el interior el bosque se cerraba más, era cuestión de tiempo que al conductor le fallaran los reflejos y se estrellaran. Pronto tres patrullas los alcanzó. El primer coche de policía se colocó justo detrás ellos. El copiloto se revolvía en su asiento, mientras que el conductor seguía resoplando.

- ¿Y ahora qué?

El hombre del bigote de rata no respondió, solo empezó a rebuscar en sus bolsillos con nerviosismo. Sacó un puñado de algo pequeño y redondeado, como canicas. Abrió su puerta un par de centímetros y las fue dejando caer,una por una.

Los oficiales de policía que participaron en lapersecución de los atracadores de la joyería jamás se explicaron que pasó aquella tarde. iban a toda velocidad tras los sospechosos, atravesando Grand Park, cuando de repente todos se fueron estrellando contra árboles que un segundo antes no estaban allí. Un novato llegó a afirmar que árboles enteros surgieron de explosiones desde el suelo. Lo achacaron a la conmoción por la colisión, pero más de uno pensó que esa teoría explicaría como uno de los coches patrulla pudo acabar sobre la copa de uno de los árboles.

- ¡JA! ¡Soy un genio! ¡Por cosas como estas yo soy el cerebro de la banda y tu solo la fuerza bruta!

- Cállate. Aún no hemos salido del parque. Y hay algo que no me gusta.

La pareja había abandonado el coche en el interior del bosque y decidieron salir a pie por el otro lado, como dos paseantes normales, coger un taxi y acudir a la entrega de las gemas. Pero el enorme hombre rubio tenía razón. Ya habían caminado lo suficiente como para haber alcanzado el otro extremo de Grand Park, pero a medida que transcurría el tiempo la vegetación e cerraba más y más sobre sus cabezas.

Cuando por fin encontraron un claro hacía mucho tiempo que habían asumido que estaban irremediablemente perdidos. aunque no sintieron el verdadero peligro hasta que escucharon aquellas risas entre el ramaje.

Echaron a correr huyendo del claro, pero eso solo empeoró las cosas. La vegetación se hacía más frondosa a cada zancada y pronto estuvieron competamente atrapados entre ramas, hiedras y zarzas. Las voces parecían venir de todos los rincones del bosque.

- Orco y goblin, no sois bien recibidos

- Habeis pisado un suelo que os está prohibido

- No insulteis nuestra percepción, Quitaos la máscara.

Ambos hombres parecía aterrados. Cuando se cansaron de forcejear agacharon la cabeza derrotados. Algo en su aspecto cambió, como si una gasa se descubriera sobre su figura, desvelando su verdadera apariencia. Lo que permanecía atrapado entre los árboles ya no era humano.

El hombre rubio había dado paso a un ser de piel verde oscura, de enormes y potentes brazos que de poco le valía para escapar. Su rostro bestial estaba congelado en una mueca entre la furia y el miedo. El pequeño había relajado el cuerpo.una gran nariz aguileña remataba un rostro de facciones angulosas, de ojos pequeños y mejillas huesudas y prominentes. fue el primero en hablar.

-¿Qué quereis?

-Primero, las semillas de Jack que llevais encima son ahora nuestras.

- Y dependiendo del valor de las gemas que habeis robado, nos pensaremos si dejaros marchar con un escarmiento y un mensaje.

- ¿Podemos votar por la opción del escarmiento y el mensaje?- sollozó el orco.

Una figura femenina salió de entre los bosques. era joven, hermosa y en su mirada brillaba una determinación salvaje.

- Grand Park es el hogar de los elfos de Eleyse. Que nadie nos moleste, o aquel que entre aquí no volverá a salir.

El goblin suspiró.

-Estamos jodidos.

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