miércoles, 19 de diciembre de 2007

No me gustan nada las cosas nuevas

-No me gustan nada las cosas nuevas. Y menos las que escribes tu.
-Vamos ¡Es el escándalo más grande ocurrido en la ciudad en años!
-¡Pero no tienes nada! Sólo a un grupo de excéntricos con pasta que han creado uno de esos estúpidos clubes elitistas y que ahora se las dan de expertos ocultistas y guardianes de lo desconocido. Lo único escandaloso ahí es cómo el destino ha permitido a semejante panda de locos enriquecerse. ¡Y no pienso publicar eso en mi periódico!
- Dame una noche, por favor. He conseguido infiltrarme en la organización, llevo un mes ganándome su confianza para descubrir que relación tienen ellos con el cadáver de la chica que murió este verano. Siempre andan haciendo alusión a algo importante que hacen una vez al mes, pero que aún no me han confiado. Piénsalo ¿Qué puede querer un tipo que lo tiene todo? Si a eso le sumamos la fascinación que tienen por los rituales y todo lo que suene, aunque sea de lejos, a arcano o mágico… ¡Joder! ¡Es la oportunidad de nuestras vidas de descubrir algo gordo!
-¡Te he dicho que no! ¿No crees que la policía ya habría indagado sobre ellos? Además, si te descubren es posible que nos demanden, y el periódico no tiene tanta pasta. Pasta que por cierto nos pagan algunas de sus empresas por la publicidad, aunque fuera cierto ¡Nos arruinaríamos igualmente!
-¡Entonces lo publicaré por mi cuenta!
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La luz de las farolas de gas se reflejaba en la placa de la entrada y hacía fulgurar sus letras “Club del Suricato: un club exclusivo para gente exclusiva. Reservado el derecho de Admisión”.
El hombre joven traspasó el umbral que le franqueaba el portero y una vez en el recibidor le tendió el abrigo a uno de los mayordomos. De ahí pasó a uno de los salones de lectura, donde varios socios le esperaban.

-Bienvenido señor McGuiness. ¿Desea tomar algo?
-Un poco de whisky, gracias.
-Excelente, haré que se lo sirvan.
-Muy amable senador Von Karhaell.

A un gesto del senador un camarero se acercó con una bandeja y las bebidas que los caballeros habían ordenado. Presidían aquella sala un par de cuadros con los retratos de los miembros fundadores, Samuel Smith y Martin L. Ruettiger, a quienes, pese al desconocimiento absoluto de quienes fueron, todos los miembros profesaban una gran admiración.

-Fueron grandes hombres.- Comentó distraído Von Karhaell.- Hoy tenemos preparado algo especial y me gustaría contar con su compañía Ethan.
-¿De qué se trata, senador?
-Es una sorpresa, pero no tendrá que esperar mucho. El espectáculo comenzará las doce. Confío en que sepa apreciar la deferencia que tenemos con usted, nunca un miembro tan reciente es invitado.

Ethan McGuiness sólo asintió levemente. El tiempo pasó mientras departían acerca de la bolsa, coches de lujo o el partido de cricket del domingo. Finalmente llegó la medianoche. Todos los invitados al evento, los únicos que habían permanecido en el club hasta tan tarde, pasaron a uno de los salones privados donde esperaba un hombre de color apenas vestido con un taparrabos, con casi todo el cuerpo cubierto con pinturas tribales y extraños amuletos de cuentas y huesecillos.
Con pocas palabras y mucho orgullo Von Karhaell presentó al hombre como un chamán traído de lo más profundo de los pantanos de Nueva Orleáns, experto en espiritismo y avezado en el arte de hablar con los que ya se fueron. Tras la breve introducción el supuesto hechicero comenzó el ritual para convocar un espíritu y comunicarse con él. Gritos, convulsiones, voces en falsete, danzas frenéticas y entre tanto los socios del club del Suricato se regocijaban de su propia morbosidad y decadencia. Parecía mentira, pensaba McGuiness, que no se dieran cuenta de que acababan de timarles, y seguramente no poco dinero. Su jefe tenía razón, sólo eran una pandilla de locos y crédulos con mucho dinero para gastar, pero nada más. Esa misma noche abandonaría la identidad falsa, la tapadera y la investigación.
Todo terminó cuando el chamán le arrancó la cabeza a un pollo de un mordisco. Los socios salieron ordenadamente de la sala mientras Von Karhaell extendía un cheque para el brujo y los mayordomos limpiaban los restos del ritual.
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Cuando McGuiness abandonó el edificio cuatro socios se acercaron al senador y juntos se trasladaron a la biblioteca de los socios señor, cerraron desde dentro y accionaron el interruptor que abría el paso a una pequeña sala secreta excavada en los cimientos del edificio. Allí una figura encapuchada el esperaba sentada en un trono de mármol.
-Teníais razón, McGuiness era un periodista infiltrado.
- El Gran Cthulhu lo dijo y el Gran Cthulhu nunca falla. Ahora habréis de devolver el favor. Buscad las piedras de Sildhenar y entregádnoslas. Fallad al gran Cthulhu y… Bueno, más os vale no fallar.

9 comentarios:

wannea dijo...

Joder con el chaman no??? jajajaja una cosilla, me ha echo muchiiiiisima gracia cuando al entrar en el salon le dicen:
-Bienvenido señor McGuiness. ¿Desea tomar algo?
- Pues que va a ser una Guinness!!!!!

JAJAJAJAJAJAJAJAJ lo siento, a veces me patina la neurona pero es que era lo que me pegaba en ese momento xDDD

me a encantado la verdad bessos!!

Anónimo dijo...

Bueno, bueno... Pero esto es para segunda parte, que nos lo sueltas en plan fin.
Ya, pero ésto sólo era una introducción... ¿no? ¿Y sin del cuento?
Un poco oscuro pero sin el toque mágico de la varita de la pluma del cuervo (cuántos complementeos del nombre...)
me ha gustado sí... yo que me creo estas cosas porque soy un poco tonta, :P
¡un besote de fresas!

Anónimo dijo...

Saludos Smithy, ya han pasado unos meses desde que una noche en un club nocturno se nos ocurriera a un puñado de amigos crear el Club del Suricato. He de anunciar que dentro de poco nuestro selecto club abrirá sus puertas al mundo exterior. Hasta entonces recuerda, la primera regla del Club del Suricato: nadie habla del Club del Suricato
Atentamente tu amigo,
Martin L. Ruettiger

JT dijo...

El relato en general monta perfectamente la escena, pero el giro del final lo borda... ;)

Muy bueno.

Giaccomo Torchia dijo...

me ha gustado, pero el final podria haber sido un poco mas ambigüo, alguna sombra de sospecha

Giaccomo Torchia dijo...

me ha gustado, pero el final podria haber sido un poco mas ambigüo, alguna sombra de sospecha

Pugliesino dijo...

Excelente atmósfera la que creas con una narración que independientemente del argumento que tratara consigues darle forma, volumen y hasta sonido al relato.
Y por supuesto que mantienes la espectativa intacta!
Enhorabuena killo, felíz Navidad!!

Pedro dijo...

Sigues teniendo unos dialogos muy buenos y creas muy bien la atmosfera, peeerro se te nota oxidado (ultimamente me repito). Es bueno, pero no brillante y tú puedes hacerlo mucho mejor :P

Un abrazo,

Pedro.

* Desde el cariño, te voy a matar :)

Anónimo dijo...

Vaya historia de magia negra, ilusiones, intrigas, vaya... una buena ensalada negra de la cual no me gustaría ser partícipe al llegar a su fin.

Sí que parece un capítulo de algo mayor, con más... "embrujo" ;)

Así que de eso se trata la banda del Suricato, eh??? calladito lo tenías, chamán!!!

Un abrazo y felices fiestas!