jueves, 1 de julio de 2010

Tabaco VIII

Salió de la casa empujando a dos agentes que le miraron sin comprender. Apoyó la espalada contra la fachada. Era consciente de que hiperventilaba. Resbaló hasta sentarse en el suelo. Sacó un paquete de cigarrillos del bolsillo de su gabardina y luchó contra el precinto de plástico. Con manos temblorosas se llevó uno a los labios. Encontró las cerillas que le habían regalado en el estanco. Le fallaba tanto el pulso que rompió seis cerillas antes de rendirse. Su compañero llegó hasta donde estaba y le dio fuego con un viejo cippo. A la primera calada el temblor de sus manos se fue. A la segunda su respiración recobró un ritmo normal. A la tercera ya pensaba con claridad.

Besteiros giró el Cippo entre los dedos. Se lo regaló su primer compañero cuando se retiró, junto a un consejo: "Un buen poli no olvida ni su primer cigarro ni su primer fiambre". Besteiros lo tenía fácil. Habían llegado a la vez.