domingo, 27 de junio de 2010

Una taza de té: Caliope

El mío negro, con un poco de vainilla, el de ella con leche. Empapa unas galletas con aire distraido. A veces parece que su cabeza va más deprisa que ella misma. Le pido que me cuente algo, ella me habla de Mia, una amiga en común. Tan distraida como ella parece estar ahora. Por fin arranca a hablar. Batalla ganada:

"Mia estaba tumbada en la hierba y observaba el cielo. Miraba como las pocas nubes se movían, como alguna aparecía y como de repente desaparecía el sol y se hacia de noche. Miro a los que tenía al lado y su estómago reacciono. Las mariposas despertaron del letargo. Algo parecido a cuando te levantan de una de tus mejores siestas. Un batalla pequeña pero inevitable. "Vamos" soltó. "¿Cómo? ¿A dónde quieres que vayamos, Mia?" "Me da igual, pero vamos". Recogieron y comenzaron a andar. Seguía mirándoles y eso era cada vez peor: Patadas en el estómago, sensación claustrofobia, gritos que la angustiaban y ataques a punto de... Sus pies la llevaban, no sabía exactamente a donde pero algo la estaba lanzando hacía delante. De repente salió corriendo: "abrázame" y las mariposas se volvieron a dormir"

Caliope acabó su taza de té. Adios, un beso. La próxima en mi casa.

martes, 22 de junio de 2010

Cinco minutos más

Se revolvió intranquila. Había un ruido de fondo, muy suave, que no podía distinguir. Tenía la sensación de que la buscaban. Había algo que debía hacer. Importante, urgente... o quizás no tanto, no lo recordaba. Cinco minutos más. Cinco minutos del agradable calor, cinco minutos de la confortante ignorancia, cinco minutos de la terca pesadez de sus párpados. Sólo cinco minutos más. Y así la Araña dormía.

lunes, 21 de junio de 2010

El Buen Demonio

- Que equivocada estás, niña.

La seguridad con la que hablo congeló la sensación de triunfo que latía entre sus sienes e inflamaba su pecho. Estaba segura de haber seguido correctamente todos los pasos, de haber hecho bien el dibujo en el suelo. Aquel joven que permanecia de pie entre las volutas de humo y azufre que parecían brotar del suelo tendría que obedecerla en todo lo que le ordenara, pero en vez de eso, cuando le preguntó su nombre sólo se rió.

El chico la miraba entre los mechones de pelo que le caían de la frente, con las manos en los bolsillos y una media sonrisa en la boca.

- Estás empezando a asustarte.- una risa amarga subió por su garganta.- y ahora te preguntas que ha fallado, te das cuenta de que lo has preparado todo, ni siquiera te has olvidado de dibujar el círculo en el suelo para que no pueda moverme.- levantó un pie para ver el intrincado diseño grabado en la madera del suelo.- pero a pesar de todos tus esfuerzos no llegas a entender que ha salido mal.

La muchacha estaba poniendo toda su voluntad en no ceder a la tentación de escuchale, de permitirle a su voz hacerle el amor en los oidos. Se centró en recordar los que ponía en el libro que apretaba contra su cuerpo.

Aún permanecía sentada en el suelo, en el mismo punto en el que había aterrizado cuando la deflagración y la onda de calor que trajo consigo la aparición del muchacho la habían derribado.

- ¿sabes cual es tu problema?- preguntó mientras ponía un primer pie fuera del circulo de contención.- tu problema es que eres demasiado crédula, y en este negocio no nos mueve la fe, si no la ambición, aunque supongo que hoy en dia no solo en este particular.

Un miedo ciego la besaba en la nuca cuando salió por completo del hechizo dibujado en el suelo. Pero el instinto de supervivencia es mejor amante que el terror, asi que a cada paso que daba él hacía ella, ella se arrastraba huyendo de él. hasta que topó con una pared a su espalda, o un armario o lo que dios quisiera que fuera, pero que no la dejaba continuar.

Al llegar hasta ella se puso en cuclillas para poder observarla mejor, mirándola divertido, con las pupilas dilatadas por el pánico, hiperventilando, reducida a un animalillo asustado.

- Como te iba diciendo, la fe en quien te ha proporcionado ese libro te ha llevado a esta situación- extendió el brazo y cogió el libro, que se deslizó entre los brazos de ella como si no ejerciesen ninguna resistencia.- Estos viejos grimorios solo contienen mentiras, salvo alguna pequeña parte de verdad, una pequeña parte muy molesta, si he de serte sincero.

El libro se inflamó en su mano con unas llamas que parecían surgir del rencor que destilaba cada una de sus frases. Al par de segundos solo quedaron los remaches de hierro y un montón de cenizas que cayó al suelo como alguna suerte de nieve maldita. Se sacudió los restos de las manos y volvió a meterlas en los bolsillos.

- la cocina está abajo, ¿verdad?

Tuvo que tragar saliva antes de asentir. Sin entender la situación del todo oyó como él bajaba las escaleras desde la buhardilla hasta el piso de abajo. Oyó el tintineo de las botellas al abrirse la puerta de la nevera. Oyó cada paso en cada peldaño hasta que entró de nuevo a la buhardilla con dos latas de cerveza en las manos. Le tendió una. Pasaron un par de segundos hasta que supo que tenía que cogerla.

- Y bien niña, lo que ibas a pedir puedo imaginármelo, siempre es poder o inmortalidad, o las dos cosas, pero, ¿a quien querías invocar?

Esta vez no tardó tanto en contestar, aunque cuando lo hizo solo pudo ofrecer un susurro, en vez de una respuesta:

- Abigor

El muchacho que se había apoyado en una mesa y bebía de la lata solo enarcó una ceja antes de tomar aire y musitar, como en una letanía:

- Idiota. Si cuando aparecí yo te caiste al suelo, al venir Abigor habría explotado todo esto y reducido a un cráter humeante casi todo el barrio. Hay poderes fuera de toda graduación. Poderes que sólo pensar en desafiarlos ya resulta una locura.

Hablaba más para sí mismo que para la chica que por fin pareció reaccionar y se echó a llorar.

- Dios mio... ayúdame
- ¿Dios?- masculló apretando la lata. De un par de zancadas llego hasta ella y le habló a escasos centrímetros de la cara, con la mandíbula apretada.
- Es por Él que te está ocurriendo esto. Y por tu propia causa, claro. Eso es lo que odio de la Humanidad. Pecais, disfrutais de vuestros cuerpos y de la vida, cometéis todo tipo de excesos. Y cuando llega la hora de rendir cuentas nos culpáis a nosotros, como si os hubiéramos obligado a cometer todos esos actos horribles. Y lo hacéis para no admitir la debilidad de vuestra voluntad, por que de otro modo no soportaríais saber que sois los monstruos que queréis ver en nosotros. Diablos, demonios, ¡estupideces! decid más bien excusas - había enrojecido de la rabia que palpitaba en cada palabra, del odio que latía en cada silaba.- ¿Quieres hablar de Dios? pues sabe que Dios es un hijo de puta, que nos dejó creernos poseedores de una valentía y seguidores de una causa que creíamos justa, cuando fue justamente Él quien puso en nosotros ese falso orgullo. Piensalo, ¿hasta que punto nos rebelamos contra Él y hasta que punto lo tenía todo calculado? Permanecemos en el infierno por que creemos que es nuestra voluntad, nuestra forma de rechazar su tiránico amor, que no es otra cosa que egoísmo. pero ¿que sentido tiene si el hecho de rebelarse o no es cuestión de azar, que depende de su voluntad?- Se separo de ella un poco y bajo la mirada como avergonzado de haberse dejado llevar por un sentimiento tan humano como el odio.

Se dejó caer en el suelo, sentándose frente a ella.

- Nos creímos libres, héroes a nuestro modo. Pero solo éramos peones en un ajedrez al que juega solo. Ahora no somos nada.

Se puso en pie y se alisó la ropa. Ella que ya había dejado de llorar, le miraba ahora boquiabierta, intentando asimilar todo lo que había oido.

- Ahora he de irme.
- ¡Espera! Yo no quería poder, ni inmortalidad, solo era curiosidad, solo quería saber...- Pareció pensarselo un poco antes de decir lo siguiente.- Dime al menos tu nombre, para cuando quieras hablar, o necesites volver a desahogarte...
- ¡¿Qué te hace pensar que la próxima vez que me veas no será el día de tu muerte?! - la interrumpió - ¡¿ y qué estupidez es esa de que necesite desahogarme?!- Suspiró y trató de calmarse.- Si quisiera volver a hablar ya te buscaría yo. Aunque de todas formas... Bileto. Mi nombre es Bileto, el Buen Demonio. O eso dicen.

Sacó un móvil del bolsillo y marcó un número. solo dijo dos frases:

- Libro-puerta destruido. Vuelvo a casa.

Y salió por la puerta, aunque esta vez no oyó ni un solo paso, ni un escalón crujir, nada. Solo desapareció.

viernes, 18 de junio de 2010

Tabaco VII

Punzada al pecho. Me resuellan los pulmones. Parece que haya algo vivo ahi dentro. Da igual cuanto tosa, no logro sacármelo. Pienso incluso en ponerle nombre. Ya hablo solo a veces, ¿qué diferencia hay en hablar con el bicho de mis pulmones? Murray, Marvin, algo así, que suene gracioso. Me sobreviene una arcada. Gargajo en el lavabo. Mierda, sangre. Creo... creo que necesito otro cigarro.

martes, 8 de junio de 2010

Los hilos de la realidad

El niño se movía siguiendo un complejo método. Después de asestar cada estocada con su espada de madera se incorporaba, inspeccionaba su entorno y tras meditar unos instantes se acercaba con pasos lentos a otro punto del parque y descargaba toda la fuerza de sus brazos en un mandoblazo contra el aire.

Un joven se le acercó. En realidad solo trataba de impresionar a su amiga con su buena mano con los niños. Habían acudido juntos al parque con el sobrino de ella, un crío tímido y fantasioso. Se le ocurrió que ganaría muchos puntos si conseguía que el niño jugara con otros chavales, además de procurarse un tiempo a solas con la chica.

-¡Tío, esa espada se sale! -Le habló comoa otro de sus colegas. recordaba lo odioso que es que te hablen como a un crío cuando no eres más que eso.- ¿A qué estás jugando?

El muchacho le miró de soslayo, como si acabara de interrumpir una conversación privada, o hubiera dicho una impertinencia.

- Esto no es ningún juego.
- Vaya, si que te lo tomas en serio. - caviló un momento.- Vale. Entonces, ¿qué eres?¿Un gladiador, un mosquetero...?

De nuevo le miró, aunque esta vez resignado.

- A pesar de que presiento que no va a valer de nada voy a explicártelo. -Hizo un gesto amplio con la espada que abarcó todo el parque.- ¿Qué ves?
- Un parque.
- ¿Sólo?
- Bueno, veo personas, perros, árboles, otros animales, un par de bicis.
- ¿Y qué estás respirando?
- Aire
- Pero no lo ves. Y sin embargo está. Bien, pues igual que el aire, hay otras cosas que no se ven, pero que también están.
- No me digas, estás rompiendo átomos con tu espada de madera. -De pronto aquel niño no le pareció tan buen compañero de juegos para el sobrino de su amiga.
- No los átomos, sino lo que les da sentido. De nuevo, mira a tu alrededor. Todo lo que ves, toda esa materia esta formada por estructuras de átomos. Y hay algo que las mantiene adheridas y en funcionamiento.
- ¿Las leyes de la física? -estaba cada vez más perplejo.
- No. Los hilos de la realidad. Tus leyes son la consecuencia de ellos. Algunos son solo puntadas para evitar que todo se desmorone, pero otros son más complejos, como poleas y engranajes.
- Así que rompiendolos podrías lograr...
- Convertir ese estanque en mercurio, que el cemento fuese menos denso que el aire o convertirte en un charco de pulpa que me mire desde el suelo con indefensión.
- Claro, ya, seguro. -Ya estaba totalmente convencido de que el niño era algún tipo de psicópata, así que murmuró una excusa si volvió al banco donde esperaba su amiga.

Compuso una cara entre la resignación y el fastidio y se preparó para explicarle que aquel crío estaba chalado, pero algo hizo que se detuviera de pronto. Con el último golpe del niño el cielo se volvió verde. Y mientras, la Araña dormía.

martes, 1 de junio de 2010

La Luz Mentirosa

Tomó la ciudad en un solo día, antes de que nadie tuviera tiempo de reaccionar, de pensar, de oponerse.

Empezó con un agujero en el centro de la ciudad, de unos diez metros de radio, profundo como un pozo. Las autoridades locales, perplejas en un primer momento, acordonaron la zona, impidiendo al tráfico y los curiosos acercarse.

Los expertos llegaron. El perímetro era una circunferencia perfecta, así que se descartaba el derrumbe. No había cascotes por ningún lado, asique también cualquier tipo de explosión.

En el fondo reposaba un líquido negro. Agua, tal vez, aunque era difícil de precisar a esa profundidad. La superficie permanecía en calma y como un espejo, devolvía la imagen de aquellos primeros hombres que decidieron asomarse.

Y el reflejo los cambió. En aquella oscuridad se vieron poseyendo el anhelo de sus corazones. Vieron poder, fuerza y éxito. Se vieron despertando pasiones, líderes entre sus iguales, se vieron elevados a dioses.

Al percatarse del ensimismamiento de los peritos, los policías acudieron a ver y quedaron prendados con el futuro que la herida abierta en la ciudad ofrecía. Sin autoridad que la contuviera, la masa avanzó hacia el agujero. Soñaron maravillas. Multitudes se agolpaban en el borde. Muchos cayeron pero sus cadaveres no consiguieron enturbiar las fascinaciones de los demás.

Y entonces llegó, como el alma del mismo sol, la Luz. Les prometió que si la seguían lograrían arrancar de la oscuridad de sus vidas sus propósitos más elevados, como habían obtenido la visión de la penumbra de aquel pozo. Les juró reconfortarlos del frío de la soledad y protegerlos de los monstruos que habitan en los recovecos del miedo.

Pero era la Luz Mentirosa y se quedó con sus mentes y sus corazones. Tendió hilos a su voluntad y los convirtió en marionetas de sus caprichos. La Luz Mentirosa había tomado la ciudad en un solo día. Y mientras, la Araña dormía.